Vision sindical para alcanzar los derechos de las mujeres
La
situación de la mujer trabajadora no es parte de una generalidad de idénticas
proporciones en todo el mundo, sino que existen matices. Hay una amalgama de
diversas consideraciones en cuanto a la transgresión a la mujer que sin embargo
coincide en la misma premisa de explotación apuntalada en la desigualdad. El
binomio capitalismo-patriarcado se vale de la supremacía de un sexo sobre otro
para imponer un sistema vertical que desangre las condiciones sociolaborales de
la clase trabajadora, marcadas por los objetivos productivos.
La
situación se endurece en los países subdesarrollados, cuyo deber está ligado a
cubrir los servicios socio-familiares abandonados por el Estado y a la
absorbente ocupación de las tareas del campo, que en términos cualitativos dificultan
la independencia social. En los países de este entorno, como es de entender,
abunda la actividad sumergida como eje motor. La condición vejatoria a la que
es sometida la mujer plantea otros trastornos, como problemas psicológicos
derivados de la presión emocional por sacar adelante familias numerosas en
circunstancias pésimas, cuando no inhumanas. En casos de extremo atraso social
o subyugación religiosa, el maltrato a la mujer alcanza cotas de ínfimo
desprecio de los derechos elementales, llegando incluso a la explotación
sexual.
En
las sociedades más avanzadas, donde a priori las condiciones son más
favorables, se perpetúa el mismo problema pero con otra intensidad. La mujer
padece otro tipo de explotación más sutil en los contextos laborales y familiares.
Esto incluso puede suceder a manos de otra mujer, puesto que el sistema
patriarcal asume cierta cota de poderes cedidos. Está demostrado empíricamente
que la explotación de las mujeres trabajadoras supera a la de los hombres, lo
que responde a una traza más en la estructura de dominación de clases porque
ejerce una posición social alterada que le confiere un papel distinto en el
sistema productivo y cultural. El mercado laboral destina directa e
indirectamente a la mujer a los sectores económicos que más le renta, como
sucede en el sector servicios, agroalimentación, etc. Una integración laboral
que pende de la marginación y la exclusión hace a la mujer más vulnerable que a
los hombres. Los trastornos de la salud laboral son otra horma de la desigualdad.
La
incorporación de la mujer al mercado laboral tuvo mucho que ver con las
intenciones expansionistas del capitalismo. Duplicar la mano de obra y los
ingresos vía impuestos era una sustanciosa variación que reportaba un potencial
económico y productivo que encima multiplicaba el poder de consumo. En este
sentido las élites capitalistas supieron subirse al carro de las
reivindicaciones burguesas e instrumentalizaron el sistema en la forma de
Estado del Bienestar que absorbió a la mujer a cobijo de la institución con
fines de dominación política a su imagen y semejanza. El sistema burgués amaina
el cariz reivindicativo feminista con trampantojos que obstaculizan la
conciencia de clase. Las sociedades del capitalismo avanzado consiguen en los
procesos divisorios de género propagar
su instinto mediante la participación regulada destinada a la planificación
económica. La incidencia institucional confisca las referencias de clase
motivando una perspectiva paternalista que sitúa a la mujer a una posición
social subyugada.
La
carencia de procedimientos integrales en las institucionales y el análisis
insuficiente de la mayoría de enfoques ideológicos descartan una vía en
profundidad para revertir la situación la explotación de la mujer. Por eso que
los planteamientos anarcosindicalistas, que abordan este tema desde la raíz,
pueden resultar una pieza clave en la lucha que va más allá de las enmiendas
superficiales. Una característica a destacar en el ideal libertario es que no
aspira a fortalecer las estructuras del Estado, puesto que la acción tiende a
descentralizar las cúpulas de poder y, por consiguiente, atenta contra el
sistema patriarcal que en definitiva es el quid
del problema. La pretensión de superar las medidas condescendientes tiene como
consecuencia la capacitación organizativa de transformación, aunque tiene a
buen recaudo cualquier mejora obtenida por la lucha y da prioridad a la
respuesta cotidiana ante la premura de tal precariedad.
Desde
tiempos inmemoriales, el anarcosindicalismo estudia la injusticia social acerca
de la problemática de la mujer en el mercado laboral y en el conjunto de la
sociedad. Entiende entonces que para consumar la liberación social sin tapujos
ha de incidir en el trasfondo de explotación de una clase a manos de otra, con
énfasis en sobrepasar la exclusión de género y demás fracciones que provoca el
sistema. Por lo tanto, está comprometido a continuar la lucha antagónica de
emancipación, superando los clichés que tratan el asunto efímeramente e impiden
llegar al fondo en cuestión. El anarcosindicalismo trata de tener una visión
global ante esta problemática e incide en preconizar una sociedad igualitaria.
Sostiene que no es posible la noción de justicia social si la mujer no se
equipara al hombre y viceversa. La práctica cotidiana de un proyecto sindical
revolucionario que avance hacia la independencia económica de la mujer se
extralimita del cerco del cuidado familiar que le condiciona y transciende así
las causas estructurales para la integración de la mujer en todos los ámbitos.
La
acción sindical va dirigida a la defensa de la mujer en el mercado laboral, a
introducir medidas de integración, igual que a salvaguardar la acción regresiva
del capital. Revertir el concepto de mujer reproductora dependiente a mujer
trabajadora con capacidad autónoma es un avance hacia esa independencia
económica que hay que labrar en los centros de trabajo y en las condiciones
asociadas. Fomentar la distribución remunerada equitativa y alcanzar cotas de
compromiso por una jornada digna sin distinción de género es estar volcado en
la igualdad laboral que elimina el concepto de trabajo para hombres o trabajo
para mujeres. Mediante el ejercicio sindical se puede mejorar los convenios y estatutos
laborales que reconozcan la conciliación familiar y laboral aportando cláusulas
contractual
Para
alcanzar esta meta ha de aumentar la sindicación de la mujer, puesto que las
sindicadas son minoritarias; se estima que son la cuarta parte de la afiliación
en sectores asentados como la industria. Asimismo es relevante elaborar
material informativo y protocolos de actuación por despidos por embarazo, acoso
sexual, etc. Porque, aunque la transformación social sea de carácter unitario,
la particularidad sociolaboral de la mujer precisa de estrategias mayormente
específicas.
La
organización colectivista comprende las relaciones interpersonales y grupales.
La mujer como parte del colectivo atiende al principio de reciprocidad que
inhabilita automáticamente la marginación social, recuperando el protagonismo.
Por eso la línea de acción social anarcosindical trata de entender la realidad
y elabora tácticas para revertir la situación de desigualdad. A tal fin, se
hace necesario adquirir responsabilidad en la gestión social y para ello ha de
dotarse de mecanismos propios que conviertan a las organizaciones libertarias y
de base, si no toda, en parte al menos de la cobertura social. Legitimar la
asistencia social a través de los medios colectivos y sus estructuras
organizativas es un avance hacia la socialización.
La
educación es otro de los medios relevantes para que la mujer adquiera aptitudes
y la autoconfianza para llevar las riendas de su vida y así ser protagonista de
la transformación social. El anarcosindicalismo internacional sostiene el
compromiso de oponerse a cualquier prohibición que impida ese propósito y, para
tal fin, procura un funcionamiento mancomunado de aprendizaje.
Desarrolla
actividades, proyectos de pedagogía libertaria y cuida de no repetir
estereotipos y prejuicios que mantengan el rol de mujer menoscabada. En la
pedagogía y transmisión de valores libertarios está inserto el uso del lenguaje
no sexista y la acción constante contra la perspectiva del feminismo burgués
interclasista. La superación del feminismo burgués se demuestra andando. Es
decir, la organización de clase no puede nutrirse sólo de una supermilitancia
poco accesible a la clase trabajadora, sino que ha de buscar vías de
participación más flexibles que reproduzca la influencia libertaria. Hay
secciones en la AIT que llevan a cabo esta filosofía de lucha a través de
secciones sindicales, conflictos labores y sociales concretos, porque el apoyo
mutuo contra la gigantesca injusticia hacia las trabajadoras en el mundo así lo
requiere. La acción social tiene presente las movilizaciones de lucha de
confrontación de las medidas capitalistas y de concienciación de las ideas
libertarias. En consecuencia, las organizaciones anarcosindicalistas en
igualdad de condiciones deben aliarse con quienes son compatibles en ideas o
por la acción puntual requerida (plataformas o redes reivindicativas, etc.).
Resumen del libro Anarcosindicalismo Internacional
Básico. Una Propuesta para el s.XXI. Carlos Martín, pendiente de
publicación cuando se reconstruya la Internacional.
El autor se ha complementado de puntos de
vista colectivos. Aporta o corrige también con el tuyo Homerattack@yahoo.es
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